domingo, 21 de marzo de 2010
miércoles, 17 de marzo de 2010

Él seguía sumido en su propio pensamiento, con la vista fija en los carteles que pasaban como un torbellino de imágenes que quieren vendernos infinidad de cosas tan superfluas, tan innecesarias y que sin embargo a veces anhelamos tanto. Tanto como anhelaba en ese momento ella decirle algo a él. ¿Pero podía simplemente romper ese pacto tácito que la rutina y la costumbre les había hecho adoptar? Y ahora miraba el pasado y trataba de encontrar en que momento había empezado. ¿En qué momento se habían sentado a comer y no habían pronunciado una sola palabra, por primera vez? Quizás solo un “¿te sirvo mas?” ¿En qué momento habían dejado de besarse? ¿En qué momento habían perdido la risa a carcajadas, la caricia, el desayuno en la cama, las flores sin razón, las manos entrelazadas cuando caminaban de vuelta del cine? Y ahora sentía que era tarde para recuperarlo. Si abría la boca para decir una sola cosa, no iba a poder contenerse, iba a tener que confesarle que aunque se acostara con él cada noche, lo extrañaba. Iba a tener que decirle que se arrepentía de haber entrado en el juego de no darle si no recibía, de no cuidarse para cuidarlo, de haberse refugiado en sus hijos para no sentirse sola mientras el se refugiaba en la oficina. ¿Y por qué? ¿Acaso el amor también envejece? ¡Si lo amaba tanto como el primer día! Pero él no se inmutaba y ella tenía que esconder sus ojos húmedos por la indiferencia y la sensación de soledad. Los ojos húmedos ante la sola idea de poner las cartas sobre la mesa y que él abandonara el juego. Aunque solo fuera una sombra de aquel hombre que la había deslumbrado, ella había aprendido a amar sus defectos, y lo amaba más aún por ellos. Y otra vez se preguntaba ¿qué pensaría él? ¿Qué defectos de ella le molestarían más? ¿La amaría aún? Ahora estaban de pie, él había tocado el timbre, la siguiente era su parada y yo no podía quitarles los ojos de encima. No dejé de mirarlos ni aún cuando el colectivo frenó violentamente haciendo que todos nos desestabilizáramos, y entre malabares para mantenerme en mi lugar pude ver, como si el tiempo se hubiera puesto en cámara lenta, el momento en que ella empezó a caerse, sus manos desesperadas tratando de alcanzar algo de donde agarrarse y su cara de resignación ante la inevitable caída, y a la vez, la mano venosa y firme, que milimétricamente certera y eficaz, como un felino al acecho, la alcanzó en el momento preciso y la sostuvo, sin voltear la cara un instante.
Cuando el colectivo se detuvo, mientras las puertas se abrían y la gente murmuraba cosas sobre la madre del conductor, ella le sonrió y él con la vista siempre al frente, le devolvió la sonrisa.
Se bajaron y no los vi más. La pena que había sentido por ella se alivió. El siempre había estado mirándola, él no le había quitado la vista de encima, sólo se había enmascarado en el reojo, temiendo enfrentar su mirada y no encontrar en ella la devoción que en otro tiempo le profesara. Los dos temían lo mismo y ahora con una sonrisa y en lo trivial de la situación tenían una nueva oportunidad de hablarse a los ojos.
A mí, para variar, se me había pasado la parada.
viernes, 12 de marzo de 2010
El nacimiento de un sueño
Aún así, los sueños no pueden ser detectados mediante ecografías, ni descubrirse con tomografías computadas ni resonancias magnéticas.
El nacimiento de los sueños llega de improviso y es indoloro y dichoso, aunque no se sabe muy bien cómo se origina. Algunas veces, es por el contacto de una mano en la espalda, por un intercambio de miradas, por una voz que despierta sensaciones especiales.

O por la emoción causada por un paisaje. O ante el desafío de enfrentar una nueva experiencia, de conocer nuevos mundos o abrirse caminos diferentes.
Al contrario de los seres humanos, los sueños siempre nacen fuertes y autosuficientes; pero con el transcurso del tiempo pueden comenzar a debilitarse, perdiendo energías y vitalidad hasta desdibujarse y disolverse en la nada.
Por eso, cuando sentimos que un sueño nuevo ha llegado a nuestro mundo, debemos aprender a cuidarlo y protegerlo. Debemos alimentarlo, nutrirlo, acariciarlo, mimarlo, fortalecerlo, llevarlo con nosotros permanentemente. No debemos abandonarlo un solo minuto, ni hacerlo a un lado por conveniencia, ni ceder su espacio por ningún motivo.
Además, debemos asegurarnos de seguir creciendo con ese sueño, porque él será nuestro mejor escudo para vencer dificultades, para superar las pruebas y para sobrevivir a las decepciones de la vida.
Y ante todo, SIEMPRE, debemos celebrar el nacimiento de un sueño, con entusiasmo, con auténtico regocijo y con mucho amor.
jueves, 11 de marzo de 2010
Ojos
ojos que ven

corazón que siente.
miradas perdidas.miradas desencontradas.miradas desconfiadas.miradas más tristes.miradas alejadas.miradas fijas.miradas frías.miradas tensas. miradas esquivas.miradas desacostumbradas.miradas asqueadas.miradas reprimidas.miradas verdaderas.miradas ciegas.miradas despojadas.miradas opacas.miradas resentidas.miradas defraudadas.miradas reales.miradas escépticas.miradas intencionales.miradas confusas.miradas idas.

ojos que ven y sienten,
ojos que se perdieron en cierto deseo
de encontrar en pupilas ajenas lo que las propias anhelaban.
ojos que exploraron y descubrieron demasiado,
ojos que deben cerrarse.
ojos bien cerrados.
lunes, 8 de marzo de 2010
No Title
Se trató de una sucesión de imágenes nuevas
pero que ya visto, incluso había vivido.
En las que yo había estado pero esta vez faltaba,
estaba todo, las mismas personas, los mismos dientes,
el mismo blanco de los mismos ojos que yo ya había visto.Era todo igual, pero no.
Es extraño como todo cambia
pero al parecer nada se inmuta para ellos.
Cómo mis días pasaban dentro de esas imágenes
y cómo ahora sólo puedo verlas desde lejos.
Aún más extraña es la sensación que tengo,
de pensar que los mundos cambian,
qué la gente rota, qué hay otra cara en una pose conocida,
que los lazos se rompen y los momentos se olvidan,
qué nada es estable,
aún cuando te convencés que esta vez sí lo es.
De otra vez sentirme del otro lado,
simplemente mirando sombras que alguna vez fueron las mías.